Para el dominicano Oscar Imbert es muy preocupante el hecho de que las tipologías arquitectónicas de la ciudad de Santo Domingo de los últimos años se hayan importado de otras latitudes, sustituyéndose las brisas del clima por espacios cerrados impregnados de aire acondicionado.

Sostiene que los edificios pantallas de vidrios, típicos de las grandes ciudades como Nueva York y Chicago, y que cada vez son más comunes en el país, requieren de mucha energía eléctrica, un problema que no ha sido fácil de resolver para los dominicanos. Aunque admite que estas edificaciones tienen validez y son funcionales dentro de un sistema urbanístico, el arquitecto entiende que a la hora de planificar obras tan costosas se debe tomar en cuenta que la República Dominicana es un país pobre.

Contrario a estas tendencias contemporáneas, las obras de Imbert se destacan por el uso de maderas rústicas, palos del mote y de la cana, en un diseño abierto y a la vez seguro, como se evidencia en el proyecto del aeropuerto de Punta Cana.

El costarisense Bruno Stagno se basa en estudios para afirmar que los países industrializados, con el 25 por ciento de la población, consumen el 75 por ciento de la energía que se produce, mientras los países del tercer mundo consumen solo el 25 por ciento de esa energía, teniendo el 75 por ciento de la población.

Los edificios en Estados Unidos gastan el 50 por ciento del consumo energético de todo el país. En la Unión Europea se gasta el 35 por ciento. Stagno apuesta por una arquitectura bio climática donde la ecología urbana, además de ser una herramienta adecuada y disponible, permite reducir el consumo de los insumos que se gastan en estas actividades.

Esta arquitectura sigue el lema de “Climatizando con el clima” que es una constante reflexión sobre la tropicalidad a partir de la observación de la naturaleza y de las vivencias de la gente.

“En el Caribe hay una enorme influencia extranjera que sobrepasan lo que debería ser realmente, y habría que hacer una introspección para descubrir y determinar las raíces y tradiciones necesarias para hacer evolucionar y representar una arquitectura específica”, sostiene.

Stagno afirma que en los últimos años, hubo una trastocación de valores, al punto de que se copió la arquitectura de las metrópolis sin siquiera hacer una reinterpretación de las mismas. “Este estilo llega a la región de manera violenta, generando en consecuencia, la perdida de la identidad arquitectónica con las viviendas y con la gente”.

De su parte, el puertoriqueño Andrés Mignucci, advierte un choque entre una arquitectura que parte del reconocimiento y carácter de la tradición cultural particular de las islas tropicales, frente a otra que hace referencia a un mundo lejano y diferente. “Yo persivo el choque entre esas dos tendencias que cohabitan en el mismo lugar, y es un poco reconocer las bondades y limitaciones que tienen cada una de ellas para poder encadenar una política pública coherente, relativa al quehacer arquitectónico”.

Su alternativa supone un proyecto de ciudad construida sobre lo construido, con especial énfasis en la definición del espacio colectivo como componente central de la arquitectura urbana.

El arquitecto, que trabaja en el país en el proyecto del Parque de Santiago, parte de la idea de que las ciudades se leen a través del litinerario de su espacio público. Las calles, plazas, parques y jardines organizan el mapa cognitivo del espacio público, y la transformación de la imagen y el entendimiento ambiental se producen en un proceso recíproco entre la ciudad y la ciudadanía, según plantea Mignucci.

Sus obras se caracterizan por la utilización de grandes parcelas dedicadas a la conservación del espacio, a pesar de haber sido utilizadas en otros momentos como parte de otras actividades.

Tal es el caso del antiguo vertedero convertido en un parque urbano entre la Laguna San José y la Bahía de San Juan, en Puerto Rico.

Por otro lado, el arquitecto Mark Raymond, de Trinidad, entiende que el Caribe experimenta una crisis de creatividad, la cual se evidencia en el hecho de que los que toman decisiones hacen replicas de otras naciones, y que no necesariamente son funcionales.

Afirma que los países de la región no son suficientemente fuerte en la creación y producción de diseños.